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Psiadia schweinfurthii, Crudia zeylanica, 2021. Lápiz carbón sobre papel montado sobre aluminio 60 X 45 cm

Ernesto Casero

Del 31 de marzo al 24 de junio del 2021

Con la exposición de Ernesto Casero Las plantas perdidas concluye lo que podría considerarse una “trilogía clorofílica”, compuesta por las tres exposiciones individuales que han inaugurado, tras la colectiva Malva y asfódelo, el espacio del Gabinete de dibujos en Literato Azorín, 33. 

La primera fue Respiración Botánica de Nieves Torralba, un depuración formal extrema de las formas vegetales ejecutada con movimientos controlados y coordinados con la propia respiración de la artista, casi coreográficamente. 

Le siguió la muestra No soy yo quien dibuja, en la que Felipe Ortega Regalado combinaba y recombinaba fragmentos vegetales e indeterminadamente orgánicos dando como resultado cien dibujos sorprendentes elaborados como quien repite un mantra tibetano. 

Ahora, por último, Las plantas perdidas de Ernesto Casero nos recuerdan, con superposiciones de flora considerada desaparecida, que está en marcha la llamada Sexta Extinción Masiva, una de las fatales consecuencias del Antropoceno. El artista nos obliga a reconocer, como un Mea máxima culpa naturalista, que la humanidad es la causa, por haber provocado pérdida de hábitats mediante su compulsiva construcción/destrucción y su agitado cóctel de especies foráneas repartidas por todo el mundo.

Tres planteamientos, a modo de alegato, bien distintos sobre un mismo tema, en los que el mundo vegetal aparece como fuente de inspiración, motivo de reflexión, repositorio de imágenes fragmentadas, ayuda espiritual y tema de denuncia y razón para el activismo; una protesta expresada por algunas voces aisladas ya a mediados del siglo XX, como la de Rachel Carson, y que está llegando a ser atronadora en este XXI. 

Las plantas perdidas

Por Ernesto Casero

Las plantas no emiten sonidos que podamos apreciar, aparte de los que produce el viento entre sus ramas, o cuando las pisamos, y se mueven en una escala de tiempo que a los animales nos resulta prácticamente inapreciable, y quizás es esto lo que a muchos les lleva a considerarlas como poco más que alimento, o como parte del paisaje, del entorno, incluso de la decoración, como si se tratara de entidades que están más próximas al orden de los objetos que al de lo vivo. Los humanos, que vivimos insertos en un sistema de jerarquías, tendemos en general a ignorar aquello que resulta ajeno a nuestra forma de estar en el mundo. Tenemos una palabra para designar lo que no es humano, naturaleza, como si nosotros estuviéramos en otro lugar, un lugar desde el que podamos coger, manipular y explotar a nuestro antojo lo que nos rodea. No todos los humanos, es cierto, y no todas las culturas, por supuesto, y humanos lleva habiendo desde, según qué punto de vista se adopte, entre cien mil y dos millones de años. Pero es evidente que desde ya hace algún tiempo hemos acelerado ciertos procesos que nos han convertido en una auténtica plaga para el resto de seres con los que compartimos el planeta, y nos están llegando toques de atención, toques de atención que cada vez son más intensos y apremiantes, y no parece que la actitud más inteligente sea seguir pasando de todo como si no fuera con nosotros.

Licania caldasiana, Pluchea glutinosa, 2021. Lápiz carbón sobre papel montado sobre aluminio 60 x 45 cm

En 1972 un informe titulado Los límites del crecimiento, que elaboró el MIT para el Club de Roma, lo dejaba claro: si seguíamos el ritmo de explotación de recursos en el que estábamos, las consecuencias serían catastróficas e irreversibles para la especie humana. Algunas voces, como la de Rachel Carson, que publicó su famoso libro Primavera silenciosa diez años antes que el informe del MIT, ya se habían dado cuenta de que la cosa no marchaba nada bien, no tanto para los humanos sino más bien para el resto de seres con los que convivimos aquí. Pero el caso es que durante todo este tiempo no sólo no hemos cambiado la dirección sino que hemos acelerado el ritmo de explotación y destrucción que ya en aquel entonces era preocupante. Estamos en lo que se conoce como la sexta extinción masiva: los humanos hemos alcanzado la categoría destructiva del asteroide gigante que acabó con la existencia de los dinosaurios y del ochenta por ciento de especies que habitaban el planeta por aquel entonces. Y en este proceso las plantas se están extinguiendo a un ritmo cinco veces superior al de los animales, pero claro, también puede ser que como no hacen mucho ruido tampoco nos damos mucha cuenta, igual que tampoco nos damos mucha cuenta de que son la base de los ecosistemas y de que cuando una especie vegetal desaparece, especies animales que están directamente asociadas a ella tienen grandes posibilidades de acabar desapareciendo también. Y está sonando bastante últimamente lo del origen zoonótico de ciertas pandemias como para que no prestemos atención a las señales que nos llegan.

Achyranthes atollensis, Byttneria ivorensis, 2021. Lápiz carbón sobre papel montado sobre aluminio 60 x 45 cm

En 1973 Bruce Nauman edita un conocido grabado que está básicamente constituido por una frase: pay attention motherfuckers. Obviamente no creo que estuviera pensando en las plantas, seguramente tenía mil posibles motivos para decir: prestad atención hijosdeputa, pero yo he decidido revisitarlo para llevarlo a mi terreno y reclamar un poco de atención sobre la alarmante desaparición de nuestras silenciosas pero imprescindibles convecinas. En este barco, en esta nave espacial sin instrucciones de uso, estamos todos y todas por igual, y ya va siendo hora de que prestemos un poquito de atención. Así que he recopilado una lista de 163 plantas que se han extinguido debido al impacto del ser humano sobre los ecosistemas, y con algunas de ellas he hecho dibujos, basándome en imágenes de los especímenes secos que se conservan en diversos herbarios. He intentado realizar los dibujos en una clave muy clara para aludir al carácter fantasmal de estas plantas que un día estuvieron con nosotros y se perdieron para siempre, con sus nombres escritos debajo de los dibujos para que las recordemos, aunque nos suenen extraños y de difícil pronunciación. Para confeccionar la frase de Nauman sobre la pared he utilizado musgo preservado, un poco como si el propio reino vegetal fuera el que la expresara, y la lista de especies de plantas desaparecidas en otra pared es un paralelismo con las listas de personas desaparecidas que los humanos realizamos para recordar a las víctimas de alguna catástrofe. Porque no tengo muy claro si la exposición funciona como un toque de atención o como una elegía, en mi cabeza estas cosas están bastante mezcladas, pero sí tengo claro que la catástrofe está sucediendo y que si no le ponemos atención a la manera de relacionarnos con el otro, por muy silencioso que sea, nos espera un tiempo en el que será la especie humana la que forme parte de la lista de los desaparecidos.

Vista de la exposición Las plantas perdidas de Ernesto Casero
Foto: Raúl Belinchón

PRENSA

CV Ernesto Casero